De Federico García Lorca
Acto Segundo
La misma
decoración. A la izquierda, el banquillo arrumbado. A la derecha, el mostrador
con botellas y un lebrillo con agua donde la Zapatera friega las copas. La
Zapatera está detrás del mostrador. Viste un traje rojo encendido, con amplias
faldas y los brazos al aire. En la escena, dos mesas en una de ellas está
sentado Don Mirlo, que toma un refresco y en la otra el Mozo del sombrero en la
cara. La Zapatera friega con gran ardor vasos y copas que va volcando en el
mostrador. Aparece en la puerta el Mozo de la faja, y el sombrero plano del
primer acto. Está triste. Lleva los brazos caídos y mira de manera tierna a la
Zapatera. Al actor que exagere lo más mínimo en este tipo, debe el director de
escena darle un bastonazo en la cabeza. Nadie debe exagerar. La farsa exige
siempre naturalidad. El autor ya se ha encargado de dibujar el tipo y el sastre
de vestirlo. Sencillez. El Mozo se detiene en la puerta. Don Mirlo y el otro
Mozo vuelven la cabeza y lo miran. Ésta es casi una escena de cine. Las miradas
y expresión del conjunto dan su expresión. La Zapatera deja de fregar y mira al
Mozo fijamente. ( Silencio)
ZAPATERA Pase usted.
MOZO DE
LA FAJA Si usted
lo quiere...
ZAPATERA (Asombrada) ¿Yo? Me trae
absolutamente sin cuidado, pero como lo veo en la puerta...
MOZO DE
LA FAJA Lo que
usted quiera. (Se apoya en el mostrador.) (Entre dientes): Éste es otro
al que voy a tener que...
ZAPATERA ¿Qué va a tomar?
MOZO DE
LA FAJA Seguiré
sus indicaciones.
ZAPATERA Pues la puerta.
MOZO DE
LA FAJA ¡Ay,
Dios mío, cómo cambian los tiempos!
ZAPATERA No crea usted que me voy a echar
a llorar. Vamos. Va a usted a tomar copa, café, refresco, ¿diga...?
MOZO DE
LA FAJA
Refresco.
ZAPATERA No me mire tanto que se me va a
derramar el jarabe.
MOZO DE
LA FAJA Es que
me estoy muriendo ¡ay!
(Por la
ventana pasan dos majas con inmensos abanicos. Miran, se santiguan
escandalizadas, se tapan los ojos con los pericones y a pasos menuditos
cruzan.)
ZAPATERA El refresco.
MOZO DE
LA FAJA (mirándola)
¡Ay!
MOZO DEL
SOMBRERO (mirando
al suelo) ¡Ay!
MIRLO (mirando al techo) ¡Ay!
(La
Zapatera dirige la cabeza hacia los tres ayes.)
ZAPATERA ¡Requeteay! ¿Pero esto es una
taberna o un hospital? ¡Abusivos! Si no fuera porque tengo que ganarme la vida
con estos vinillos y este trapicheo, porque estoy sola desde que se fue por
culpa de todos vosotros mi pobrecito marido de mi alma, ¿cómo es posible que yo
aguantara esto? ¿Qué me dicen ustedes? Los voy a tener que plantar en lo más
ancho de la calle.
MIRLO Muy bien, muy bien dicho.
MOZO DEL
SOMBRERO Has
puesto taberna y podemos estar aquí dentro todo el tiempo que queramos.
ZAPATERA (fiera) ¿Cómo? ¿Cómo?
(El Mozo
de la faja inicia el mutis y Don Mirlo se levanta sonriente y haciendo como que
está en el secreto y que volverá.)
MOZO DEL
SOMBRERO Lo que
he dicho.
ZAPATERA Pues si dices tú, más digo yo y
puedes enterarte, y todos los del pueblo, que hace cuatro meses que se fue mi
marido y no cederé a nadie jamás, porque una mujer casada debe estarse en su
sitio como Dios manda. Y que no me asusto de nadie, ¿lo oyes?, que yo tengo la
sangre de mi abuelo, que esté en gloria, que fue desbravador de caballos y lo
que se dice un hombre. Decente fui y decente lo seré. Me comprometí con mi
marido. Pues hasta la muerte.
(Don
Mirlo sale por la puerta, rápidamente y haciendo señas que indican una relación
entre él y la Zapatera.)
MOZO DEL
SOMBRERO (levantándose)
Tengo tanto coraje que agarraría un toro de los cuernos, le haría hincar la
cerviz en las arenas y después me comería los sesos crudos con estos dientes
míos, en la seguridad de no hartarme de morder.
(Sale
rápidamente y Don Mirlo huye hacia la izquierda.)
ZAPATERA (con las manos en la cabeza) Jesús, Jesús, Jesús y Jesús. (Se
sienta.)
(Por la
puerta entra el niño, se dirige a la Zapatera y le tapa los ojos.)
NIÑO ¿Quien soy yo?
ZAPATERA Mi niño, pastorcillo de Belén.
NIÑO Ya estoy aquí. (Se besan.)
ZAPATERA ¿Vienes por la meriendita?
NIÑO Si tú me la quieres dar...
ZAPATERA Hoy tengo una onza de chocolate.
NIÑO ¿Sí? A mí me gusta mucho estar
en tu casa.
ZAPATERA (dándole la onza) ¿Por
qué eres interesadillo?
NIÑO ¿Interesadillo? ¿Ves este
cardenal que tengo en la rodílla?
ZAPATERA ¿A ver? (Se sienta en una
silla baja y toma el Niño en brazos.)
NIÑO Pues me lo ha hecho el Cunillo
porque le estaba cantando... las coplas que te han sacado y yo le pegué en la
cara, y entonces él me tiró una piedra que, !plaf!, mira.
ZAPATERA ¿Te duele mucho?
NIÑO Ahora no, pero he llorado.
ZAPATERA No hagas caso ninguno de lo que
dicen.
NIÑO Es que eran cosas muy
indecentes. Cosas indecentes que yo sé decir, ¿sabes?, pero que no quiero
decir.
ZAPATERA (riéndose) Porque si lo
dices cojo un pimiento picante y te pongo la lengua como un ascua. (Ríen.)
NIÑO Pero, ¿por qué te echaran a ti
la culpa de que tu marido se haya marchado?
ZAPATERA Ellos, ellos son los que la
tienen y los que me hacen desgraciada.
NIÑO (triste) No digas,
Zapaterita.
ZAPATERA Yo me miraba en sus ojos. Cuando
le veía venir montado en su jaca blanca...
NIÑO (interrumpiéndole) ¡Ja,
ja, ja! Me estás engañando. El señor Zapatero no tenía jaca.
ZAPATERA Niño, sé más respetuoso. Tenía
jaca, claro que la tuvo, pero es... es que tú no habías nacido.
NIÑO (pasándole la mano por la
cara) ¡Ah! Eso sería!
ZAPATERA Ya ves tú. .. cuando lo conocí
estaba yo lavando en el arroyo del pueblo. Medio metro de agua y las chinas del
fondo se veían reír, reír con el temblorcillo. El venía con un traje negro
entallado, corbata roja de seda buenísima y cuatro anillos de oro que
relumbraban como cuatro soles.
NIÑO ¡Que bonito!
ZAPATERA Me miró y lo mire. Yo me recosté
en la hierba Todavía me parece sentir en la cara aquel aire tan fresquito que
venía por los árboles. Él paró su caballo y la cola del caballo era blanca y
tan larga que llegaba al agua del arroyo. (La Zapatera está casi llorando.
Empieza a oírse un canto lejano.) Me puse tan azorada que se me fueron dos
pañuelos preciosos, así de pequeñitos, en la corriente.
NIÑO ¡Qué risa!
ZAPATERA Él, entonces me dijo... (El
canto se oye más cerca. Pausa.) ¡Chisss . . .!
NIÑO (se levanta) ¡Las coplas!
ZAPATERA ¡Las coplas! (Pausa. Los dos
escuchan.) ¿Tú sabes lo que dicen?
NIÑO (con la mano) Medio,
medio.
ZAPATERA Pues cántalas, que quiero
enterarme.
NIÑO ¿Para qué?
ZAPATERA Para que yo sepa de una
vez lo que dicen.
NIÑO (cantando y siguiendo el
compás) Verás.
La señora Zapatera,
al marcharse su marido,
ha montado una taberna
donde acude el señorío.
ZAPATERA ¡Me la pagarán!
NIÑO (El Niño lleva el compás con
la mano en la mesa )
Quién te compra, Zapatera,
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encaje de bolillos.
Ya la corteja el Alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
Zapatera, Zapatera,
Zapatera, ¡te has lucido!
(Las
voces se van distinguiendo cerca y claras con su acompañamiento de panderos. La
Zapatera coge un mantoncillo de manila y se lo echa sobre los hombros.)
¿Dónde
vas? (Asustado.)
ZAPATERA ¡Van a dar lugar a que compre un
revólver!
(El canto
se aleja. La Zapatera corre a la puerta. Pero tropieza con el Alcalde que viene
majestuoso, dando golpes con la vara en el suelo.)
ALCALDE ¿Quién, despacha?
ZAPATERA ¡El demonio!
ALCALDE ¿Pero, qué ocurre?
ZAPATERA Lo que usted debía saber hace
muchos días, lo que usted como alcalde no debía permitir. La gente me canta
coplas, los vecinos se ríen en sus puertas y como no tengo marido que vele por
mi, salgo yo a defenderrne, ya que en este pueblo las autoridades, son
calabacines, ceros a la izquierda, estafermos.
NIÑO Muy bien dicho.
ALCALDE (enérgico) Niño, niño,
basta de voces ... ¿Sabes tú lo que he hecho ahora? Pues meter en la cárcel a
dos o tres de los que venían cantando.
ZAPATERA ¡Quisiera yo ver eso!
Voz (fuera) ¡Niñoooo!
NIÑO Mi madre me llama! (Corre a la
ventana.) ¡Quéee! Adiós. Si quieres te puedo traer el espadón grande de mi
abuelo, el que se fue a la guerra. Yo no puedo con él, ¿sabes?, pero tú, sí.
ZAPATERA (sonriendo) ¡Lo que
quieras!
Voz (fuera) ¡Niñoooo!
NIÑO (ya en la calle) ¿Quéeee?
ALCALDE Por lo que veo, este niño sabio
y retorcido es la única persona a quien tratas bien en el pueblo.
ZAPATERA ¿No pueden ustedes hablar una
sola palabra sin ofender...? ¿De qué se ríe su ilustrísimo?
ALCALDE ¡De verte tan hermosa y
desperdiciada!
ZAPATERA ¡Antes un perro! (Le sirve un
vaso de vino.)
ALCALDE ¡Qué desengaño de mundo! Muchas
mujeres he conocido como amapolas, como rosas de olor ..., mujeres morenas con
los ojos como tinta de fuego, mujeres que les huele el pelo a nardos y siempre
tienen las manos con calentura, mujeres cuyo talle se puede abarcar con estos
dos dedos, pero como tú, como tú no hay nadie. Anteayer estuve enfermo toda la
mañana porque vi tendidas en el prado dos camisas tuyas, con lazos celestes,
que era como verte a ti, zapatera de mi alma.
ZAPATERA (estallando furiosa)
Calle usted, viejísimo, calle usted; con hijas mozuelas y lleno de familia no
se debe cortejar de esta manera tan indecente y tan descarada.
ALCALDE Soy viudo.
ZAPATERA Y yo casada.
ALCALDE Pero tu marido te ha dejado y no
volverá, estoy seguro.
ZAPATERA Yo viviré como si lo tuviera.
ALCALDE Pues a mí me consta, porque me lo
dijo, que no te quería ni tanto así.
ZAPATERA Pues a mí me consta que sus
cuatro señoras, mal rayo las parta, le aborrecían a muerte.
ALCALDE (dando en el suelo con la
vara) ¡Ya estamos!
ZAPATERA (tirando un vaso) ¡Ya estamos! (Pausa.)
ALCALDE (entre dientes) ¡Si yo te cogiera por mi cuenta,
vaya si te domaba!
ZAPATERA (guasona) ¿Qué está usted diciendo?
ALCALDE Nada, pensaba ... que si tú
fueras como debías ser, te hubieras enterado que tengo voluntad y valentía para
hacer escritura, delante del notario, de una casa muy hermosa.
ZAPATERA ¿Y qué?
ALCALDE Con un estrado que costó cinco
mil reales, con centros de mesa, con cortinas de brocatel, con espejos de
cuerpo entero ...
ZAPATERA ¿Y qué más?
ALCALDE (tenoriesco) Que la casa tiene una cama con
coronación de pájaros y azucenas de cobre, un jardín con seis palmeras y una
fuente saltadora, pero aguarda, para estar alegre, que una persona que sé yo se
quiera aposentar en sus salas donde estaría ... (Dirigiéndose a la Zapatera.)
mira, ¡estarías como una reina!
ZAPATERA (guasona) Yo no estoy
acostumbrada a esos lujos. Siéntese usted en el estrado, métase usted en la
cama, mírese usted en los espejos y póngase con la boca abierta debajo de las
palmeras esperando que le caigan los dátiles, que yo de zapatera no me muevo.
ALCALDE Ni yo de alcalde. Pero que te
vayas enterando que no por mucho despreciar amanece más temprano. (Con
retintín)
ZAPATERA Y que no me gusta usted ni me
gusta nadie del pueblo. ¡Que está usted muy viejo!
ALCALDE (indignado) ¡Acabaré
metiéndote en la cárcel.
ZAPATERA ¡Atrévase usted!
(Fuera se
oye un toque de trompeta floreado y comiquísimo.)
ALCALDE ¿Qué será eso?
ZAPATERA (alegre y ojiabierta)
¡Títeres! (Se golpea las rodillas)
(Por la
ventana cruzan dos mujeres.)
VECINA
ROJA
¡Títeres!
VECINA
MORADA
¡Títeres!
NIÑO (en la ventana) ¿Traerán monos? ¡Vamos!
ZAPATERA (al Alcalde) ¡Yo voy a
cerrar la puerta!
NIÑO ¡Vienen a tu casa!
ZAPATERA ¿Sí? (Se acerca a la puerta.)
NIÑO ¡Míralos!
(Por la
puerta aparece el zapatero disfrazado. Trae una trompeta y un cartelón
enrollado a la espalda, lo rodea la gente. La Zapatera queda en actitud
expectante y el Niño salta por la ventana y se coge a sus faldones.)
ZAPATERO Buenas tardes.
ZAPATERA Buenas tardes tenga usted, señor
titiritero.
ZAPATERO ¿Aquí se puede descansar?
ZAPATERA Y beber, si usted gusta.
ALCALDE Pase usted, buen hombre y tome lo
que quiera, que yo pago. (A los vecinos): Y vosotros, qué ¿hacéis ahí?
VECINA
ROJA Como
estamos en lo ancho de la calle no creo que le estorbemos.
(El
Zapatero mirándolo todo con disimulo deja el rollo sobre la mesa.)
ZAPATERO Déjelos, señor Alcalde ...,
supongo que es usted, que con ellos me gano la vida.
NIÑO Dónde he oído yo hablar a este
hombre? (En toda la escena el Niño mirará con gran extrañeza al Zapatero.)
¡Haz ya los títeres! (Los vecinos ríen.)
ZAPATERO En cuanto tome un vaso de vino.
ZAPATERA (alegre) ¿Pero los va
usted a hacer en mi casa?
ZAPATERO Si tú me lo permites.
VECINA
ROJA Entonces,
¿podemos pasar?
ZAPATERA (seria) Podéis pasar.
(Da un vaso al Zapatero.)
VECINA
ROJA (sentándose)
Disfrutaremos un poquito. (El Alcalde se sienta.)
ALCALDE ¿Viene de muy lejos?
ZAPATERO De muy lejísimos.
ALCALDE ¿De Sevilla?
ZAPATERO Échele usted leguas.
ALCALDE ¿De Francia.?
ZAPATERO Échele usted leguas.
ALCALDE ¿De Inglaterra?
ZAPATERO De las Islas Filipinas.
(Las
vecinas hacen rumores de admiración. La Zapatera está extasiada.)
ALCALDE ¿Habrá usted visto a los
insurrectos?
ZAPATERO Lo mismo que les estoy viendo a
ustedes ahora.
NIÑO ¿Y cómo son?
ZAPATERO Intratables. Figúrense ustedes
que casi todos ellos son zapateros. (Los vecinos miran a la Zapatera.)
ZAPATERA (quemada) ¿Y no los hay
de otros oficios?
ZAPATERO Absolutamente. En las Islas
Filipinas, zapateros.
ZAPATERA Pues puede que en las Filipinas
esos zapateros sean tontos, que aquí en estas tierras los hay listos y muy
listos.
VECINA
ROJA (adulona)
Muy bien hablado.
ZAPATERA (brusca) Nadie le ha
preguntado su parecer.
VECINA
ROJA ¡Hija
mía!
ZAPATERO (enérgico, interrumpiendo)
¡Qué rico vino! (Más fuerte.) ¡Qué requeterrico vino! (Silencio.)
Vino de uvas negras como el alma de algunas mujeres que yo conozco.
ZAPATERA ¡De las que la tengan!
ALCALDE ¡Chis! ¿Y en qué consiste el
trabajo de usted?
ZAPATERO (Apura el vaso, chasca la
lengua y mira a la Zapatera) ¡Ah! Es un trabajo de poca apariencia y de
mucha ciencia. Enseñó la vida por dentro. Aleluyas con los hechos del zapatero
mansurrón y la Fierabrás de Alejandría, vida de don Diego Corrientes, aventuras
del guapo Francisco Esteban y, sobre todo, arte de colocar el bocado a las
mujeres parlanchinas y respondonas.
ZAPATERA Todas esas cosas las sabía mi
pobrecito marido
ZAPATERO ¡Dios lo haya perdonado!
ZAPATERA Oiga usted ... (Las vecinas
ríen.)
NIÑO ¡Cállate!
ALCALDE (autoritario) ¡A callar!
Enseñanzas son ésas que convienen todas las criaturas. Cuando usted guste.
(El
Zapatero desenrolla el cartelón en el que hay pintada una historia de ciego,
dividida en pequeños cuadros pintados con almazarrón y colores violentos. Lo
vecinos inician un movimiento de aproximación y la Zapatera se sienta al Niño
sobre sus rodillas.)
ZAPATERO Atención.
NIÑO ¡Ay, qué precioso! (Abraza a
la Zapatera, murmullos.)
ZAPATERA Que te fijes bien por si acaso
no me entero del todo.
NIÑO Más difícil que la historia
sagrada no será.
ZAPATERO Respetable público: Oigan
ustedes el romance, verdadero y substancioso de la mujer rubicunda y el
hombrecito de la paciencia, para que sirva de escarmiento y ejemplaridad a
todas las gentes de este mundo. (En tono lúgubre). Aguzad vuestros oídos
y entendimiento.
(Los
vecinos alargan la cabeza y algunas mujeres se agarran de las manos.)
NIÑO ¿No te parece el titiritero,
hablando, a tu marido?
ZAPATERA Él tenía la voz más dulce.
ZAPATERO ¿Estamos?
ZAPATERA Me sube así un repeluzno.
NIÑO ¡Y a mí también!
ZAPATERO (señalando con la varilla)
En un cortijo de Córdoba
entre jarales y adelfas,
vivía un talabartero
con una talabartera.
(Expectación.)
Ella era mujer arisca,
él, hombre de gran paciencia,
ella giraba en los veinte
y el pasaba de cincuenta.
Santo Dios, cómo reñían!
Miren ustedes la fiera,
burlando al débil marido
con los ojos y la lengua.
(Está
pintada en el cartel una mujer que mira de manera infantil y cansina.)
ZAPATERA ¡Qué mala mujer! (Murmullos.)
ZAPATERO
Cabellos de emperadora
tiene la talabartera,
y una carne como el agua
cristalina de Lucena.
Cuando movía las faldas
en tiempo de primavera
olía toda su ropa
a limón y a yerbabuena.
Ay, qué limón, limón
de la limonera!
Qué apetitosa
talabartera!
(Los vecinos ríen.)
Ved cómo la cortejaban
mocitos de gran presencia
en caballos relucientes
llenos de borlas de seda.
Gente cabal y garbosa
que pasaba por la puerta
haciendo brillar, alegre,
las onzas de sus cadenas.
La conversación a todos
daba la talabartera,
y ellos caracoleaban
sus jacas sobre las piedras.
Miradla hablando con uno
bien peinada y bien compuesta,
mientras el pobre marido
clava en el cuero la lezna.
(Muy dramático y cruzando las manos.)
Esposo viejo y decente
casado con joven tierna,
qué tunante caballista
roba tu amor en la puerta.
(La
Zapatera, que ha estado dando suspiros, rompe a llorar.)
ZAPATERO (volviéndose) ¿Qué os
pasa?
ALCALDE ¡Pero, niña! (Da con la
vara.)
VECINA
ROJA ¡Siempre
llora quien tiene por qué callar!
VECINA
MORADA ¡Siga
usted!
(Los
vecinos murmuran y sisean)
ZAPATERA Es que me da mucha lástima y no
puedo contenerme, ¿lo ve usted?, no puedo contenerme.
(Llora
queriéndose contener, hipando de manera comiquísima)
ALCALDE ¡Chitón!
NIÑO ¿Lo ves?
ZAPATERO ¡Hagan el favor de no
interrumpirme! ¡Cómo se conoce que no tienen que decirlo de memoria!
NIÑO (suspirando) ¡Es verdad!
ZAPATERO (malhumorado)
Un lunes por la mañana
a eso de las once y media,
cuando el sol deja sin sombra
los juncos y madreselvas,
cuando alegremente
bailan brisa y tomillo en la sierra
y van cayendo las verdes
hojas de las madroñeras,
regaba sus alhelíes
la arisca talabartera.
Llegó su amigo trotando
una jaca cordobesa
y le dijo entre suspiros:
Niña, si tú lo quisieras,
cenaríamos mañana
los dos solos, en tu mesa.
¿Y qué harás de mi marido?
Tu marido no se entera.
¿Qué piensas hacer? Matarlo.
Es ágil. Quizá no puedas.
¿Tienes revólver? Mejor!
¡Tengo navaja barbera!
Corta mucho? Más que el frío.
(La
Zapatera se tapa los ojos y aprieta al Niño. Todos los vecinos tienen una
expectación máxima que se notará en sus expresiones.)
Y no tiene ni una mella.
¿No has mentido? Le daré
diez puñaladas certeras
en esta disposición,
que me parece estupenda:
cuatro en la región lumbar,
una en la tetilla izquierda,
otra en semejante sitio
y dos en cada cadera.
¿Lo matarás en seguida?
Esta noche cuando vuelva
con el cuero y con las crines
por la curva de la acequia.
(En este
último verso y con toda rapidez se oye fuera del escenario un grito angustiado
y fortísimo; los vecinos se levantan. Otro grito más cerca. Al Zapatero se le
cae de las manos el telón y la varilla. Tiemblan todos cómicamente.)
VECINA
NEGRA (en
la ventana) ¡Ya han sacado las navajas!
ZAPATERA ¡Ay, Dios mío!
VECINA
ROJA ¡Virgen
Santísima!
ZAPATERO ¡Qué escándalo!
VECINA
NEGRA ¡Se
están matando! ¡Se están cosiendo a puñaladas por culpa de esa mujer! (Señala
a la Zapatera.)
ALCALDE (nervioso) ¡Vamos a ver!
NIÑO ¡Que me da mucho miedo!
VECINA
VERDE ¡Acudir,
acudir! (Van saliendo.)
VOZ (fuera) ¡Por esa mala
mujer!
ZAPATERO ¡Yo no puedo tolerar esto; no lo
puedo tolerar!
(Con las
manos en la cabeza corre la escena. Van saliendo rapidísimamente todos entre
ayes y miradas de odio a la Zapatera. Ésta cierra rápidamente la ventana y la
puerta.)
ZAPATERA ¿Ha visto usted qué infamia? Yo
le juro por la preciosísima sangre de nuestro padre Jesús, que soy inocente.
¡Ay! ¿Qué habrá pasado ... ? Mi mire usted cómo tiemblo. (Le enseña las
manos). Parece que las manos se me quieren escapar ellas solas.
ZAPATERO Calma, muchacha. ¿Es que su
marido está la calle?
ZAPATERA (rompiendo a llorar) ¿Mi
marido? ¡Ay, señor mío!
ZAPATERO ¿Qué le pasa?
ZAPATERA Mi marido me dejó por culpa de
las gentes y ahora me encuentro sola sin calor de nadie.
ZAPATERO ¡Pobrecilla!
ZAPATERA ¡Con lo que yo lo quería! ¡Lo
adoraba!
ZAPATERO (con un arranque) ¡Eso no es verdad!
ZAPATERA (dejando rápidamente de
llorar) ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO Digo que es una cosa tan...
incomprensible que... parece que no es verdad. (Turbado.)
ZAPATERA Tiene usted mucha razón, pero yo
desde entonces no como, ni duermo, ni vivo; porque él era mi alegría, mi
defensa.
ZAPATERO Y queriéndolo tanto como lo
quería, ¿la abandonó? Por lo que veo su marido de usted era hombre de pocas
luces.
ZAPATERA Haga el favor de guardar la
lengua en el bolsillo. Nadie le ha dado permiso para que dé su opinión.
ZAPATERO Usted perdone, no he querido ...
ZAPATERA Digo ... Cuando era más listo
...
ZAPATERO (con guasa) ¿Síiii?
ZAPATERA (enérgica) Sí. ¿Ve usted
todos esos romances y chupaletrinas que canta y cuenta por los pueblos? ¡Pues
todo eso es un ochavo comparado con lo que sabía ... Él sabía ... el triple!
ZAPATERO (serio) No puede ser.
ZAPATERA (enérgica) Y el
cuádruple... Me los decía todos a mí cuando nos acostábamos. Historietas
antiguas que usted habrá oído mentar siquiera ... (Gachona.) y a mí me
daba un susto... pero él me decía: "preciosa de mi alma, si esto ocurre de
mentirijillas!".
ZAPATERO (indignado) ¡Mentira!
ZAPATERA (extrañadísima) ¿Eh? ¿Se
le ha vuelto el juicio?
ZAPATERO ¡Mentira!
ZAPATERA (indignada) Pero, ¿qué es
lo que está usted diciendo, titiritero del demonio?
ZAPATERO (fuerte y de pie) Que
tenía mucha razón su marido de usted. Esas historietas son pura mentira,
fantasía nada más. (Agrio.)
ZAPATERA (agria) Naturalmente,
señor mío. Parece que me toma por tonta de capirote... pero no me negará usted
que dichas historietas impresionan.
ZAPATERO ¡Ah, eso ya es harina de otro
costal! Impresiona a las almas impresionables.
ZAPATERA Todo el mundo tiene sentimientos.
ZAPATERO Según se mire. He conocido mucha
gente sin sentimiento. Y en mi pueblo vivía una mujer... en cierta época, que
tenía el suficiente mal corazón para hablar con sus amigos por la ventana
mientras el marido hacía botas y zapatos de la mañana a la noche.
ZAPATERA (levantándose y cogiendo una
silla) ¿Eso lo
dice por mí?
ZAPATERO ¿Cómo?
ZAPATERA Que si va con segunda, ¡dígalo!
¡Sea valiente!
ZAPATERO (humilde) Señorita, ¿qué
está usted diciendo? ¿Qué sé yo quién es usted? Yo no la he ofendido en nada;
¿por qué me falta de esa manera? ¡Pero es mi sino! (Casi lloroso.)
ZAPATERA (enérgica, pero conmovida)
Mire usted, buen hombre. Yo he hablado así porque estoy sobre ascuas; todo el
mundo me asedia, todo el mundo me critica; cómo quiere que no esté acechando la
ocasión más pequeña para defenderme? Si estoy sola, si soy joven y vivo ya sólo
de mis recuerdos ... (Llora.)
ZAPATERO (lloroso) Ya comprendo,
preciosa joven. Yo comprendo mucho más de lo que pueda imaginarse, porque... ha
de saber usted con toda clase de reservas que su situación es ... sí, no cabe
duda, idéntica a la mía.
ZAPATERA (intrigada) ¿Es posible?
ZAPATERO (se deja caer sobre la mesa)
¡A mí ... me abandonó mi esposa!
ZAPATERA ¡No pagaba con la muerte!
ZAPATERO Ella soñaba con un mundo que no
era el mío, era fantasiosa y dominanta, gustaba demasiado de la conversación y
las golosinas que yo no podía costearle, y un día tormentoso de viento
huracanado me abandonó para siempre.
ZAPATERA ¿Y qué hace usted ahora,
corriendo mundo?
ZAPATERO Voy en su busca para perdonarla y
vivir con ella lo poco que me queda de vida. A mi edad ya se está malamente por
esas posadas de Dios.
ZAPATERA (rápida) Tome un poquito
de café caliente que después de toda esta tracamandana le servirá de salud.
(Va al
mostrador a echar café y vuelve la espalda al Zapatero.)
ZAPATERO (persignándose exageradamente y
abriendo los ojos) Dios te lo premie, clavellinita encarnada.
ZAPATERA (le ofrece la taza. Se queda
con el plato en las manos y él bebe a sorbos) ¿Está bueno?
ZAPATERO (meloso) ¡Como hecho por
sus manos!
ZAPATERA (Sonriente) ¡Muchas
gracias!
ZAPATERO (en el último trago) ¡Ay,
qué envidia me da su marido!
ZAPATERA ¿Por qué?
ZAPATERO (galante) ¡Porque se pudo
casar con la mujer más preciosa de la tierra!
ZAPATERA (derretida) ¡Qué cosas
tiene!
ZAPATERO Y ahora casi me alegro de
tenerme que marchar, porque usted sola, yo solo, usted tan guapa y yo con mi
lengua en su sitio, me parece que se escaparía cierta insinuación...
ZAPATERA (reaccionando) ¡Por Dios,
quite de ahí! ¿Qué se figura? Yo guardo mi corazón entero para el que está por
esos mundos, para quien debo, ¡para mi marido!
ZAPATERO (contentísimo y tirando el
sombrero al suelo) ¡Eso está pero que muy bien! ¡Así son las mujeres
verdaderas, así!
ZAPATERA (un poco guasona y sorprendida) Me parece a mí que usted está un
poco... (Se lleva el dedo a la sien.)
ZAPATERO Lo que usted quiera. ¡Pero sepa
y entienda que yo no estoy enamorado de nadie más que de mi mujer, mi esposa de
legítimo matrimonio!
ZAPATERA Y yo de mi marido y de nadie más
que de mi marido. Cuántas veces lo he dicho para que lo oyeran hasta los
sordos. (Con las manos cruzadas.) ¡Ay, qué zapaterillo de mí alma!
ZAPATERO (aparte) ¡Ay, qué
zapaterita de mi corazón!
(Golpes
en la puerta.)
ZAPATERA ¡Jesús! Está una en un continuo
sobresalto. ¿Quién es?
NIÑO ¡Abre!
ZAPATERA ¿Pero es posible? ¿Cómo has
venido?
NIÑO ¡Ay, vengo corriendo para
decírtelo!
ZAPATERA ¿Qué ha pasado?
NIÑO Se han hecho heridas con las
navajas dos o tres mozos y te echan a ti la culpa. Heridas que echan mucha
sangre. Todas las mujeres han ido a ver al juez para que te vayas del pueblo,
ay! Y los hombres querían que el sacristán tocara las campanas para cantar tus
coplas... (El Niño está jadeante y sudoroso.)
ZAPATERA (al Zapatero) ¿Lo está usted
viendo?
NIÑO Toda la plaza está llena de
corrillos ... Parece la feria ... y todos contra ti!
ZAPATERO ¡Canallas! Intenciones me dan de
salir a defenderla.
ZAPATERA ¿Para qué? ¡Lo meterán en la
cárcel. Yo soy la que va a tener que hacer algo gordo.
NIÑO Desde la ventana de tu cuarto
puedes ver el jaleo de la plaza.
ZAPATERA (rápida) Vamos, quiero
cerciorarme de la maldad de las gentes. (Mutis rápido.)
ZAPATERO Sí, sí, canallas ... pero pronto
ajustaré cuentas con todos y me las pagarán... ¡Ah, casilla mía, qué calor más
agradable sale por tus puertas y ventanas!, ay, qué terribles paradores, qué
malas comidas, qué sábanas de lienzo moreno por esos caminos del mundo! ¡Y qué
disparate no sospechar que mi mujer era de oro puro, del mejor oro de la
tierra! ¡Casi me dan ganas de llorar!
VECINA
ROJA (entrando
rápida) Buen hombre.
VECINA
AMARILLA (rápida)
Buen hombre.
VECINA
ROJA Salga en
seguida de esta casa. Usted es persona decente y no debe estar aquí.
VECINA
AMARILLA Ésta es
la casa de una leona, de una hiena.
VECINA
ROJA De una
mal nacida, desengaño de los hombres.
VECINA
AMARILLA Pero o
se va del pueblo o la echamos. Nos trae locas.
VECINA
ROJA Muerta
la quisiera ver.
VECINA
AMARILLA Amortajada,
con su ramo en el pecho.
ZAPATERO (angustiado) ¡Basta!
VECINA
ROJA Ha
corrido la sangre.
VECINA
AMARILLA No
quedan pañuelos blancos.
VECINA
ROJA Dos
hombres como dos soles.
VECINA
AMARILLA Con las
navajas clavadas.
ZAPATERO (fuerte) ¡Basta ya!
VECINA
ROJA Por
culpa de ella.
VECINA
AMARILLA Ella,
ella y ella.
VECINA
ROJA Miramos
por usted.
VECINA
AMARILLA ¡Le
avisamos con tiempo!
ZAPATERO Grandísimas embusteras,
mentirosas mal nacidas. Os voy a arrastrar del pelo.
VECINA
ROJA (a la
otra) ¡También lo ha conquistado!
VECINA
AMARILLA ¡A
fuerza de besos habrá sido!
ZAPATERO ¡Así os lleve el demonio!
¡Basiliscos, perjuras!
VECINA
NEGRA (en
la ventana) ¡Comadre, corra usted!
(Sale
corriendo. Las dos vecinas hacen lo mismo.)
VECINA
ROJA Otro en
el garlito.
VECINA
AMARILLA ¡Otro!
ZAPATERO ¡Sayonas, judías! ¡Os pondré
navajillas barberas en los zapatos! Me vais a soñar.
NIÑO (entra rápido) Ahora entraba un grupo de hombres
en casa del Alcalde. Voy a ver lo que dicen. (Sale corriendo)
ZAPATERA (valiente) Pues aquí
estoy, si se atreven a venir. Y con serenidad de familia de caballistas que ha
cruzado muchas veces la sierra, sin jamugas, a pelo sobre los caballos.
ZAPATERO ¿Y no flaqueará algún día su
fortaleza?
ZAPATERA Nunca se rinde la que, como yo,
está sostenida por el amor y la honradez. Soy capaz de seguir así hasta que se
vuelva cana toda mi mata de pelo.
ZAPATERO (conmovido, avanza hacia ella)
¡Ay...!
ZAPATERA ¿Qué le pasa?
ZAPATERO Me emociono
ZAPATERA Mire usted, tengo todo el pueblo
encima, quieren venir a matarme, y sin embargo no tengo ningún miedo. La navaja
se contesta con la navaja y palo con el palo, pero cuando de noche cierro esa
puerta y me voy sola a mi cama ... me da una pena ... qué pena! Y paso unas
sofocaciones!... Que cruje la cómoda: un susto! Que suenan con el aguacero los
cristales del ventanillo, otro susto! Que yo sola meneo sin querer las
perinolas de la cama, susto doble! Y todo esto no es más que el miedo a la
soledad donde están los fantasmas, que yo no he visto porque no los he querido
ver, pero que vieron mi madre y mi abuela y todas las mujeres de mi familia que
han tenido ojos en la cara.
ZAPATERO ¿Y por qué no cambia de vida?
ZAPATERA ¿Pero usted está en su juicio?
¿Qué voy a hacer? ¿Dónde voy así? Aquí estoy y Dios dirá.
(Fuera y
muy lejanos se oyen murmullos y aplausos.)
ZAPATERO Yo lo siento mucho, pero tengo
que emprender mi camino antes que la noche se me eche encima. ¿Cuánto debo? (Coge
el cartelón.)
ZAPATERA Nada.
ZAPATERO No transijo.
ZAPATERA Lo comido por lo servido.
ZAPATERO Muchas gracias. (Triste se
carga el cartelón.) Entonces, adiós... para toda la vida, porque a mi
edad... (Está conmovido.)
ZAPATERA (reaccionando) Yo no
quisiera despedirme así. Yo soy mucho más alegre. (En voz clara.) Buen
hombre, Dios quiera que encuentre usted a su mujer, para que vuelva a vivir con
el cuidado y la decencia a que estaba acostumbrado. (Está conmovida.)
ZAPATERO Igualmente le digo de su esposo.
Pero usted ya sabe que el mundo es reducido. ¿Qué quiere que le diga si por
casualidad me lo encuentro en mis caminatas?
ZAPATERA Dígale usted que lo adoro.
ZAPATERO (acercándose) ¿Y qué más?
ZAPATERA Que a pesar de sus cincuenta y
tantos años, benditísimos cincuenta años, me resulta más juncal y torerillo que
todos los hombres del mundo.
ZAPATERO Niña, ¡qué primor! ¡Le quiere
usted tanto como yo a mi mujer!
ZAPATERA ¡Muchísimo más!
ZAPATERO No es posible. ¡Yo soy como un
perrillo y mi mujer manda en el castillo, pero que mande! Tiene mas sentimiento
que yo. (Está cerca de ella y como adorándola.)
ZAPATERA Y no se olvide de decirle que lo
espero, que el invierno tiene las noches largas.
ZAPATERO Entonces, ¿lo recibiría usted
bien?
ZAPATERA Como si fuera el rey y la reina
juntos.
ZAPATERO (temblando) ¿Y si por
casualidad llegara ahora mismo?
ZAPATERA ¡Me volvería loca de alegría!
ZAPATERO ¿Le perdonaría su locura?
ZAPATERA ¡Cuánto tiempo hace que se la
perdoné!
ZAPATERO ¿Quiere usted que llegue ahora
mismo?
ZAPATERA ¡Ay, si viniera!
ZAPATERO (gritando) ¡Pues aquí está!
ZAPATERA ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO (quitándose, las gafas y el
disfraz) ¡Que ya no puedo más! Zapatera de mi corazón.
(La
Zapatera está como loca, con los brazos separados del cuerpo. El Zapatero
abraza a la Zapatera y ésta lo mira fijamente en medio de su crisis. Fuera se
oye claramente un run-run de coplas.)
VOZ (dentro) La señora Zapatera, al marcharse
su marido, ha montado una taberna, donde acude el señorío.
ZAPATERA (reaccionando) ¡Pillo,
granuja, tunante, canalla! ¿Lo oyes? ¡Por tu culpa! (Tira las sillas.)
ZAPATERO (emocionado dirigiéndose al
banquillo.) ¡Mujer de mi corazón!
ZAPATERA ¡Corremundos! ¡Ay, cómo me
alegro de que hayas venido! ¡Qué vida te voy a dar! Ni la inquisición! ¡Ni los
templarios de Roma!
ZAPATERO (en el barquillo) ¡Casa
de mi felicidad!
(Las
coplas se oyen cerquísima, los vecinos aparecen en la ventana.)
VOCES (dentro)
Quien te compra, Zapatera,
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encaje de bolillos.
Ya la corteja el Alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
Zapatera, Zapatera,
Zapatera, ¡te has lucido!
ZAPATERA ¡Qué desgraciada soy! ¡Con este
hombre que Dios me ha dado! (Yendo a la puerta.) ¡Callarse, largos de
lengua, judíos colorados! Y venid, venid ahora si queréis. Ya somos dos a
defender mi casa, ¡dos! ¡dos! yo y mi marido. (Dirigiéndose al marido.)
¡Con este pillo, con este granuja!
(El ruido
de las coplas llena la escena. Una campana rompe a tocar lejana y
furiosamente.)
TELÓN
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